¡Qué dulce
es el silencio cuando amamos!
¡Qué bello
el pensamiento en soledad!
El tiempo
nos indulta con la edad,
de placeres
que otro día disfrutamos.
A veces a
hurtadillas nos miramos,
y bienvenida
es, la complicidad.
El deseo se
convierte intimidad…
y en
lágrima, cuando nos extraviamos.
No es lo
mismo el amor apasionado,
que un juego
procedente del saber,
del saber que
se augura terminado.
Percibiremos
como un atardecer,
la fuerza
que gastamos desolados,
en favor del
cariño a una mujer.
Juan carlos