En la esplendida arboleda,
donde se filtran los rayos,
del sol se guardan los sayos,
y tu vestido de seda.
Los reflejos de las luces,
que descomponen las hojas,
tu trenza que serpentea,
y en la espesura se moja.
Encendido está ya el fuego,
El amor que se vislumbra,
Las caricias y ese juego
Tu cuerpo tímido tiembla.
Quedóse el hombre rendido,
Ante ganada batalla;
De nuevo hubiera querido,
Asaltar esa muralla.
Juan Carlos
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viernes, 8 de diciembre de 2006
En la arboleda
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