Deseaba
escribir pero no encontré el momento, y tampoco acerté con la llave de la cárcel, que preso me tenía.
La
muerte de mi madre, dejo mi ánimo como un jardín descuidado, sin tonalidades,
sin vida.
Echaba
en falta la ternura con la que me hizo feliz,
el tiempo que tuvimos la suerte de participar y compartir, toda la belleza de
nuestros sentimientos.
No
puedo dejar de pensar, en esa tierra que envuelve su cuerpo, que lo abriga y lo
protege, como si fuera la ropa de la cama que de pequeño me doblaba, a la vez
que me ofrecía los últimos mimos antes de dormir.
Lástima
que fuera tan corto el periodo que pasé en la clausura que ella me proporcionó, pues allí fue donde descubrí mi
primer amor.
Ahora
que no vive, mayor es mi deseo y me apresuro a beber de su recuerdo.
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